El año 1985 marcó el continente americano con tres desastres mayores. El 3 de marzo, un gran terremoto (Mw 8.0) sacudió la costa al sur de Valparaíso, afectando brutalmente la zona central de Chile. El 19 de septiembre, un terremoto (Mw 8.1) afectó el centro, sur y occidente de México, particularmente dañando la ciudad de México. El 13 de noviembre, el volcán Nevado del Ruiz entró en erupción en Colombia, generando lahares que arrasaron con la ciudad de Armero. 

Estos tres desastres fueron devastadores. Fueron también una fuente de aprendizaje a escala regional, una toma de conciencia de nuestra importante exposición a fenómenos geofísicos intensos y de la necesidad de crear capacidades técnicas, científicas y sociales para habitar los diferentes contextos locales en la región.

Desde la década de los 80, los avances en reducción del riesgo de desastres en América Latina y el Caribe se han sostenido en el tiempo. A mediados de esta década, luego del impacto de estos tres mega desastres y del impacto en años anteriores de otros desastres (sequía por fenómenos del Niño en 1982 y 1983, terremoto de Popayán en 1983), diversos centros de investigación inician estudios sobre estos fenómenos y sus consecuencias desde una perspectiva social, de desarrollo regional, urbano y ambiental, generando puentes entre avances disciplinares. Así, en 1985, el Consejo  Latinoamericano  de  Ciencias Sociales (CLACSO) publica bajo el título “Desastres y sociedad en América Latina”, un libro colectivo con un conjunto de estudios de caso de territorios de la región (Ed. Graciela Caputo, Hilda Herzer y Jorge Enrique Hardoy). A fines de los años 1980 y principios de los 1990, una red pluridisciplinaria de investigadores de los desastres se constituye (La Red) que impulsará la idea de los desastres como un problema no resuelto del desarrollo. Algunos desastres mayores como el terremoto de México de 1985 lleva a la creación de organismos a la vanguardia internacional como el Centro Nacional de prevención de desastres en México (CENAPRED).

Esta historia de aprendizajes, desarrollo de conocimientos y capacidades en América Latina, vínculos entre mundo científico y los territorios, colaboraciones internacionales, se enmarca en una historia más larga. Se puede destacar por ejemplo los esfuerzos para crear y mantener en el tiempo el Centro Regional de Sismología para América del Sur (CERESIS), una red regional creada en 1966 por medio de un acuerdo bilateral entre la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Gobierno del Perú, atendiendo la  recomendación de la Conferencia Mundial Inter-gubernamental sobre Sismología e Ingeniería Antisísmica convocada por UNESCO en abril de 1964, y la Resolución 2.2241 adoptada en la 13a Sesión de la Conferencia General de la UNESCO. Su objetivo es favorecer toda clase de estudios y actividades sismológicas en la región sudamericana y ayudar a su realización, así como efectuar el enlace entre estaciones e instituciones sismológicas de la región y con los centros sismológicos internacionales.

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