A tener calma
Ana Lemus Almeyda, 67 años
Vivía en la ciudad de Viña del Mar, 27 años, soltera e independiente, arsenalera quirúrgica. Lugar de trabajo, Sanatorio Marítimo, que estaba ubicado en la playa misma (hoy demolido y con una nueva construcción a medio camino).
Vivía en una casa interior, en 14 y 1/2 Norte. O sea, cruzaba y llegaba a mi trabajo. Fue una muy buena parte de mi vida, tenía todo a mano y me gustaba mucho mi trabajo.
Como dije, vivía sola y estaba esperando a un querido amigo para tomar once. La casita era pequeñita, pero muy acogedora. Había puesto la tetera para al fin preparar once (qué antiguo, suena la tetera). Tipín 20 a 20:15 hrs. empieza a moverse la casa que era de madera. Yo atiné a cortar el gas y me paré en la puerta, ya que estaba separada por un patio pequeño de la casa principal. Me acordé que abrí la puerta mientras todo se movía como coctelera. Me pegaba en el pecho por lo triste que iba a ser morir sola.
Cuando logré recapacitar y pasó un poco el movimiento, salí a la calle y fue la primera vez que vi la calle ondularse. Llas murallas oscilaban de un lado a otro.
Como comenté anteriormente, estaba sola; mi madre en Santiago, mis hermanas casadas una en Valparaíso y otra en Villa Alemana. Cero comunicación con nadie de la familia.
Luego de eso, crucé al sanatorio, y ahí pasé toda la noche acompañando a los pacientes y dándoles ánimo. Lo que nunca pensé que podría haber sucedido era un tsunami, ya que nos encontrábamos al lado del mar.
En el sanatorio había una congregación religiosa a cargo, así que existían monjitas y curas. Durante la noche fuimos a revisar los pabellones para ver si había daños, lo cual fue heavy porque eran muy oscuros y las réplicas muy fuertes.
La juventud te pone intrépida, así que no tenía mucho miedo. Además dimos consuelo a muchos pacientes, que con el tiempo nos llamaron agradecidos de no haber estado solos.
Al otro día me dirigí a Valparaíso para saber de mi hermana mayor, casada con hijos pequeños, y eso me dió mucha pena. Mientras caminaba, veía muchos destrozos en casas y ella vivía en una casa muy antigua, pero felizmente estaban todos bien.
Me faltó agregar que nos criamos con una madre que se descolocaba con los temblores. Salía con frazadas y conmigo colgando, que era la más chica. Mi padre, al revés, muy relajado.
Hoy en día que soy madre me los tomo con más calma.
Esa fue mi experiencia con ese gran terremoto. Vivimos en un país sísmico, así que a tener calma.